domingo, 18 de marzo de 2012

-Nuestra historia: año 1770


A mitad del siglo XVII, debido a la guerra con Portugal, el hambre y la destrucción asoló la región, pero supimos sobreponernos al concedernos nuevas tierras los Duques de Bejar, que se suponen eran nuestros nuevos señores.

Con el impulso del censo electoral  por el Conde de Aranda en el reinado de Carlos III, se vieron como estaban las cosas en nuestro pueblo. Descubrimos que todavía en 1770 seguíamos perteneciendo al Marquesado de Gibraleón, y no al Ducado, como decía la Carta Real de 1631(la burocracia era igual de lenta que ahora, aunque en aquella época tenían excusa, no había ordenador, ni siquiera bic de punta fina y el correo estaba bastante mal...)



En aquel entonces los cultivos del Marquesado se centraban en los cereales, encinares, alcornocales y pinares, de los que tenemos unas estupendas muestras en nuestros días. La ganadería era ovina y porcina (es de suponer que de esta época daten los primeros jamones de bellota de la zona).

Un dato anecdótico es que por un periodo de tiempo fuimos sevillanos, ya que el Marquesado pertenecía a la provincia de Sevilla y la capital era, por supuesto, Gibraleón (desde luego lo que dice el refrán ""del que tuvo retuvo"", no se da en este caso y Gibraleón, aún siendo un pueblo espléndido, perdió su gloria hace unos cuantos siglos.)

En otros aspectos de la vida, hemos de decir que los Marqueses no prestaban mucha atención a la educación de sus campesinos, por lo que la cultura dejaba  bastante que desear. Solo había una escuela llamada de ""Primeras Letras"" (no creo que con ese nombre llegaran siquiera a las partes de la oración.). Eso sí, lo más importante para los campesinos, la religión (en estos años aún andaban pululando por los pueblos los ""Santos Inquisidores""),estaban bien abastecido, teníamos dos curas  y una iglesia llamada ""Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora"", situada en la calle Arcos que sustituyó a la antigua al ser destruida por un terremoto en 1755, tardando varios siglos en terminar la reconstrucción. De hecho se acabaron las obras en 1928 y el primer ciudadano en ser bautizado en ella fue Miguel Jiménez Martín, mi padre.

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