miércoles, 11 de abril de 2012

Cuentos desde mi rincón: un sueño

Estaba sentada delante de una hoja en blanco con la  mente volando  por lugares exóticos intentando pensar que escribir. Buscaba un relato que pudiera vender al periódico y así llenar el frigorífico la semana siguiente. Absorta no me di cuenta que  había tecleado un nombre: FARID y  su descripción me vino a la cabeza como si le tuviera delante: Un imponente tuareg de unos 30 años, de rostro moreno con prematuras arrugas debidas al sol y ojos negros como la noche. Llevaba  turbante y  vestiduras  azules propias de los habitantes del desierto.

–Por fin –-¿nunca haces caso cuándo se te llama? –  el eco de una voz  resonó dentro  y  pensé que la cena  solo a base de yogurt no era muy saludable y necesitaba algo  más  de azúcar,  mi cerebro no andaba del todo fino.

Volví a escuchar la misma voz, esta vez con un atisbo de ironía

 -No soy alguien imaginario ni unas letras escritas, soy  FARID  ASSAD,  protagonista de la historia que tu contarás ¿Crees que podrás hacerlo? ¿Eres capaz de poner algo coherente en ese papel? ¿ Tienes lo que hace falta para ser escritora?  ¿Mira a tu alrededor y dime que ves? – las preguntas resonaban en mi cabeza, eran lanzadas como dardos y no tenía respuesta para la mayoría de ellas.

Un poco aturdida obedecí  y  me escuche aporreando las teclas del ordenador sin saber muy bien que estaba pensando y pasando al papel. Cuando acabé y leí lo que había en la pantalla me di cuenta que no sabía de dónde había salido.  En el documento había escrito:
“”Era un precioso oasis perdido entre montones de dunas de arena blanca. Un pequeño lago alimentado de aguas subterráneas daba vida a todo aquello. Había  un huerto donde crecían tomates, berenjenas, calabazas y  coles;  además de un par de naranjos, un limonero y un peral.  Un poco más lejos se divisaba un diminuto prado con un par de cabras, unas cuantas ovejas, dos  caballos y un camello blanco. En el centro de este paraje, dentro de un grupo de palmeras,  se encontraba la jaima de Farid hecha de pieles de camello con una estera multicolor en la entrada. Todo el conjunto parecía un cuadro encajado dentro de una pared de arena.””
-Parece que sí tienes madera. Como ves no has descrito tu casa, ha sido la mía la que has visto. ¿Y sabes por qué?,   porque yo te he  indicado que miraras y donde debías hacerlo. ¿Aún piensas que tú eres la dueña de la historia?- me susurró  una  voz joven  y altanera, con falta de grandes dosis de humildad…
Medité unos segundos y me dije que seguro que encontraría montones de explicaciones para todo aquello. Pensé en buscar en Google  estos síntomas en alguna enfermedad cerebral, aunque de momento   decidí seguir el juego a sabiendas que mañana me tocaría una sesión doble con un psicólogo.

Y ahora…. ¿qué debía hacer? ¿Cuál era  el paso siguiente? ¿Esperar  que un personaje salido de la nada  me contara  su historia? ¿Tratar de escribirla sola, a mi aire, sin el incordioso Farid? ¿O recobro la cordura, hago desaparecer al tuareg y dejo de divagar ?..  Solo   hacerme  estas preguntas me  parecía de locos.

El orgulloso Farid esperó pacientemente  a que mi mente se centrara de nuevo,

- Tienes que entender algo-dijo- Todos los relatos  tienen un escritor asignado y si no saben  que son capaces  de crearlos pasado un tiempo desaparecen junto con todos los personajes que los conforman. Habitamos un mundo paralelo pero muy limitado en el tiempo y encontrar la  persona que nos permita cruzar al otro lado, a tu mundo,  es la razón de nuestra existencia. Somos nosotros los que elegimos al escritor no al contrario, por eso estoy aquí. Comenzaremos juntos esta  aventura: tú nos harás vivir,  sentiremos y lloraremos juntos, caminaremos de la mano hasta el final de la misma y entonces  seremos inmortales para siempre.  Un trato justo ¿no te parece?

Traté no pensar, tenía un terrible dolor de cabeza y  resolví  acostarme

 - ¡¡Contar una historia!!, esa sí que es una aventura difícil. – reflexioné mientras me cepillaba los dientes.
 Me metí en la cama, y después de dar un montón de vueltas decidí que si no lo intentaba jamás sabría si podía  hacerlo.  Quería convencerme que no era prestar oídos a Farid,  solo se trataba de escribir, daba igual de donde vinieran las ideas: de él,  de mí  o de ambos.

-Mañana me lo pienso. Ahora mejor dormir. – Fue mi último pensamiento esa noche.

Cuando desperté al día siguiente  fui directo al ordenador. En la pantalla parpadeaba un documento,  estaba en blanco. - ¡Todo  había sido un sueño! - con una sonrisa me volví, pero  un pensamiento fugaz cruzó por mi  mente en ese momento, con mucho cuidado puse el ratón encima del icono de  la papelera de reciclaje….La abrí.

 Pero esa,  será otra historia.


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